La celebración de las fiestas patrias nos lleva a actualizar nuevamente los altos ideales de la lucha por la Independencia de México. Una gesta histórica de tal envergadura nos hace sentir orgullosos de aquellos mexicanos que ofrendaron su vida pensando en el bien de los demás. Aquellos mexicanos no sólo pusieron las condiciones para poder alcanzar una nación independiente sino que quedaron como referentes para aspirar a tener ideales nobles en la vida.
A través de ellos y de tantos próceres de nuestra historia, en estos días volvemos a soñar con una patria que nos acoja y donde todos tengan una vida digna; donde las familias tengan lo necesario para vivir, donde los jóvenes realicen sus sueños, donde lleguemos a reconocernos como hermanos y donde todos podamos vivir en paz.
De hecho, estos acontecimientos históricos de los que nos sentimos orgullosos no sólo los celebramos en fechas importantes sino también cuando las circunstancias apremiantes demandan la solidaridad y fraternidad. Las fiestas que han marcado nuestra historia como nación no se celebran solamente desde el folklore y el sabor de nuestra tierra sino haciendo realidad los valores humanos que persiguieron los personajes ilustres de nuestra historia.
El patriotismo no sólo se expresa en las fiestas de nuestra historia sino en la manera como nos hacemos parte de un movimiento que recupere los valores humanos para construir un mejor país. Por eso, nos queda claro que este año el patriotismo requiere de un despertar de las conciencias para sumarnos a un movimiento que busque la unidad y la fraternidad, condiciones indispensables para recuperar la paz en nuestras ciudades.
En medio de la incertidumbre es sumamente alentador que cada vez más los distintos sectores de la sociedad se van pronunciando a favor de la unidad, más allá de nuestras diferencias políticas, ideológicas y religiosas. Nos va quedando claro que la lucha contra la violencia no sólo es tarea del gobierno sino que requiere del compromiso de todos.
Como lo han venido haciendo diversos sectores sociales también la Iglesia Católica ha brindado todo su apoyo al Gobernador del Estado y al Presidente de la República en esta lucha contra la violencia. En nuestro caso, el ambiente de incertidumbre que se ha generado en el estado de Veracruz a consecuencia de las irrupciones de la violencia requería de un pronunciamiento decidido y contundente como el que tuvo el Gobernador del Estado a principios del mes de agosto. El mensaje que todos recibimos y que ha tenido una importante aceptación en todos los sectores sociales confirma esa vocación de paz que define al pueblo veracruzano. Reiteramos que el pronunciamiento del Sr. Gobernador intenta devolver la confianza a un pueblo que no merece vivir en esta postración.
Como Iglesia ofrecemos nuestro respaldo al Gobierno del Estado y esperamos que logre recuperar las condiciones de paz y de convivencia armónica, que son esenciales a este pueblo. El momento histórico que vive nuestra entidad está pidiendo una mayor unidad entre el gobierno y la sociedad. Si trabajamos unidos y si cada uno de los sectores sociales vive con amplitud de miras su propia vocación lograremos superar la violencia y todo lo que se opone a una vida verdaderamente digna.
Por otra parte, nos preocupa la confusión y el caos que se pueden difundir a través de las redes sociales, aunado al hecho de que no tenemos todavía un ordenamiento jurídico que permita tipificar un delito en esta materia. Si bien podemos reconocer la falta que cometen algunas personas alterando el orden público a través de la difusión de rumores infundados, también nos puede quedar la sensación de que se les acuse de manera excesiva y se les apliquen penas que redimensionan la falta cometida.
Hablando de las redes sociales, la Iglesia, además de animar a los cristianos a remar mar adentro y utilizar estos modernos medios de comunicación, ha llamado la atención acerca de los riesgos que entrañan algunos de estos medios. Se reconocen, por ejemplo, las bondades de las redes sociales, su capacidad para socializar con otras personas y la plataforma que han creado para comunicar pensamientos, sentimientos y reportes de la realidad en tiempo real.
Sin embargo, también se tienen que considerar una serie de riesgos de los que nos hemos hecho cada vez más conscientes en estos tiempos de inseguridad. Se ha sabido, por ejemplo, del
modus operandi de los grupos criminales que se infiltran en las redes sociales para obtener datos de primera mano de las personas que de manera inocente comparten sus generales y los de sus amigos y familiares.
Direcciones, nombres, fotos y hasta datos sobre actividades habituales se convierten en materiales valiosos para actividades criminales como el secuestro, la extorsión, la trata de blancas y el abuso de menores, entre otros.
Además de todos estos riesgos, las redes sociales se han convertido nuevamente en blanco de críticas y reflexiones debido a diferentes incidentes que se han presentado. En el mes de agosto un ciudadano mexicano fue aprehendido, en Madrid, y acusado de lanzar consignas de tipo terrorista en las redes sociales. De su cuenta salieron una serie de comentarios que incitaban a atacar a los grupos opositores a la visita del Papa Benedicto XVI, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.
Por otra parte, en nuestro Estado hace unos días fueron aprehendidas dos personas acusadas de difundir versiones falsas de hechos violentos, que provocaron psicosis entre la población, en el Puerto de Veracruz. Los rumores difundidos desataron el caos y algunos padres de familia se precipitaron sobre las escuelas para recoger a sus hijos.
Evidentemente como cristianos no estamos de acuerdo con aquellos que, al mentir, alteran la paz y la tranquilidad de nuestros hijos y nuestras familias. Pero tampoco podemos darles el trato de asesinos o terroristas, aunque la ley así lo establezca. Precisamente por este tipo de incidentes hace falta provocar un debate sobre el tema y lograr una definición jurídica, dado que no existe en nuestra legislación una tipificación de este delito.
En la tradición de nuestros pueblos y particularmente en la tradición cristiana tratamos de llegar a ser justos y benevolentes y por eso creemos que, en su justa dimensión, todo castigo o pena debe estar de acuerdo con el tipo de conducta delictiva que se cometa.
Por eso, sostenemos que a nuestras autoridades les corresponde buscar la equidad al aplicar la justicia y establecer castigos apropiados para conductas diferentes. Si la ley no establece esta diferencia, entonces el Derecho no es justo y, por tanto, nuestros gobernantes deben hacer todo lo necesario para que las leyes se modifiquen, actualicen y mejoren en beneficio de la sociedad.
Apelamos, por lo tanto, a la benevolencia y al buen juicio del Gobierno del Estado para que valore la situación de estas dos personas con objetividad y ánimo propositivo, porque si bien es cierto que se está aplicando la legalidad, también es verdad que las leyes y la justicia están al servicio de los seres humanos.
Si la verdad, como dice el Evangelio, nos hará libres, también la clemencia y la magnanimidad nos harán mejores seres humanos y constructores del Reino de Dios.
Con el esfuerzo de todos podemos cambiar el rostro de nuestra patria, porque no pueden ser vanos los trabajos de muchas personas que se esfuerzan por la paz, la justicia y la democracia. Que no nos invada el negativismo ni la amargura, porque el futuro está adelante y en las manos de Dios. Esa es nuestra esperanza. Esa es nuestra fe. ¡Viva México!
Pbro. José Juan Sánchez Jácome
Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa
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